jueves, 6 de septiembre de 2007

Todavía

Pero qué palabrita cosquillera e insolente...

Cada vez que esa palabra toca la puerta del pabellón de mis orejas, hace que mi panza se alborote como la bolsa de Wall Street en un día de subas de acciones.

Esta palabra guarda entre sus fonemas dos significados casi opuestos. Por un lado, trae el pasado de forma muy pesada, como levantando un balde de agua de un aljibe. Denota un proceso que empezó allá lejos y hace tiempo, y que aún sigue. Este es el significado más dominable, más dócil. Nos muestra un camino recorrido, nos descansa, gambeteando las fatigas. Nos da aliento, como un entrenador en una pelea de box, para que logremos el knoc out de nuestro objetivo.

Sin embargo, por otra parte, encontramos su otro significado. Éste nos habla de proyectos, de futuro. En lugar de ser como una silla en el camino, es un disparo hacia el vacío incierto del futuro. Es una palabra que esboza una posible continuación de algo que no sucede hoy, pero que puede suceder más adelante. Es una invitación.

Creo que el secreto de su magia se encuentra en su potencialidad y su misterio. No sabemos si alguna vez llegaremos a aquel día en que su promesa se haga presente. No sabemos cuánto apuesta alguien por esa opción cuando la pronuncia. Pero al abrirse, al mostrarnos un futuro posible en el que se haga realidad, los corredores de Wall Street de nuestra panza se alborotan, y salen a comprar acciones, felices, apostando por esa posibilidad.

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