lunes, 11 de febrero de 2008

Aburrida

A veces el aburrimiento me gana por goleada todas las tardes de una semana. Me aísla en mi estudio, me apaga el teléfono y me nubla los lentes. Me desconecta el Messenger, me manda SMS's de promociones y me ensucia las plantas de los pies.

Me tiro en la cama a pensar en todo lo que podría estar haciendo y no hago. Podría estar estudiando. Pero las palabras fotocopiadas son herrumbes oxidados y huecos. El aburrimiento se comió sus significados, su contenido. De eso se alimenta. De la felicidad.

Podría llamar a un amigo cuyo cumpleaños fue ayer, y yo no estaba. Pero el aburrimiento me ata los dedos, me esconde su número en un laberinto binario. Me aleja de su imagen y de mi propósito.

Podría, también, estar haciendo el amor. O tocando el piano. O tomando mate en alguna plaza. Pero esta habitación está inundada de opciones rechazadas que me ahogan y me inmovilizan en el aburrimiento.

Inmóvil y aburrida.

miércoles, 6 de febrero de 2008

El final

Ayer lo hice. Había llegado el día.
No podía esperar más. Tenía que ser ayer, o nunca. Y lo fue. Fue ayer.

Finalmente, me inscribí para dar libre una materia en la facultad. Materia que cursé ambos cuatrimestres el año pasado, y dejé en sendas oportunidades. La verdad que esta materia me tiene los ovarios por el piso. No la aguanto más. Todo el año con esa puta materia. Y ahora, Febrero. Y sigo con esta puta materia.

Lo peor es que no es difícil. Es hinchapelotas. Es insoportablemente conocida. Es Teoría Sociológica, carajo mierda!... Lo vi en 6to año (el CBC). Lo vi en otras materias. No hay mucho nuevo. La línea de la cátedra es una boludez intuitiva. No hay nada extraño, ni inquisitivo, ni quiebra cocos. Marx, Weber y Durkheim. Y Gramsci. Y después psicoanálisis. Nada nuevo. Nada fuera de lo común. Entonces, ¿por qué carajo me cuesta tanto?

En el segundo cuatrimestre del año pasado, mi paso por la facultad se asemejó al suave nadar de una ameba. Flotaba con mis tentáculos, leeeenta, viscosa. Subía por el ascensor. A mí al rededor todo era quilombo, ruido y carteleras. Pero yo, yo llegaba tarde a las clases. Me iba a comprar un café. Lo tomaba. Y volvía nadando en mi jelly style. Lento. Lenta. Tranquila. Indiferente.

Era como si, en realidad, el mundo fuera en cámara rápida. Había que leer todo. Para la clase siguiente. Y yo me olvidaba. Había que repasar temas anteriores. Y yo miraba por la ventana del aula. Había que prestarle atención a la rubia pelotuda que no sabe conmover ni a mi perro con sus clases. Y yo dibujaba en los márgenes.

Hasta que un día, de repente, escucho algo desde lejos. Una voz familiar. Levanto la vista y la veo: es Juli, Juli que me grita, que me despierta: "Lu!!! Queda una semana para el parcial! Nos juntamos a estudiar?? Entendiste lo de la hegemonía?? Tenemos que preparar el tema para el segundo parcial... queda una semana! Luuuu!!!".

Y yo... "¿Qué?... Ah... uuuuh...

...mierda."


Así que aquí estoy. Preparando esta puta materia libre, porque sino me quedo sin correlativas y voy a tener que cursar mierdas. Porque además mis amigos (claro, ellos sí entienden que están cursando una carrera universitaria) estudian, y ya la aprobaron. No me importa estar atrasada por el qué dirán. Me importa estar atrasada porque ya no voy a poder cursar con ellos. Y ellos son mi colchoncito emocional que acompaña esta batalla que muchas veces significa una carrera universitaria en la UBA. Si alguno tiene dudas, los otros lo acompañan, y así salimos adelante. Y así, espero, algún día nos graduaremos.

Pero ahora estoy preparando Sociológica. Otra vez. Otra vez Marx, Weber y Durkheim. Me aburro como un fonguis, pero no puedo detenerme. Y cada palabra de El Capital es un ladrillo que me cuelga del cerebro, pesado, que me obliga a tratar de acordarme eso que ya estudié hace tanto y que en cierta forma ya sé pero no te lo puedo explicar. Perdí la costumbre de estudiar. Con ella se fue el gusto por hacerlo.


Por eso quiero morirme acá.
Porque creo que nunca, pero nunca, me costó tanto estudiar. Y mierda que es jodido.

martes, 29 de enero de 2008

@the_office 1st stage

Ahora entiendo muchas cosas.

Entiendo, por ejemplo, a Atrapado en la oficina, y su insoportable necesidad de hacer catarsis a través de un blog tan popular. Entiendo también los pormenores no escritos de LG en su oficina, y por qué el ambiente laboral es tan importante en Ciega a citas. Entiendo páginas como Boredatwork.com, entiendo la incalculable cantidad de webcomics, el inagotable catálogo de YouTube, y por qué existe Twitter.

Porque hay mucha, pero mucha, gente al pedo en las oficinas. Y toda esa gente tiene Internet.

Me di cuenta que una oficina es, por naturaleza, aburrida. Sólo conocía la oficina de la Editorial, y sé que es un caso particular (los muñequitos y pósters por todos lados lo confirman). Pero hoy hace ocho horas qu estoy metida en un cubículo blanco alumbrado por tubos de neón (blanco), y con BLUE 100.7 ("más música, menos estrés") de fondo. Así que si no me pongo a escribir, en cualquier momento empiezo a caminar por las paredes.

Llegué hoy a las 9.10am (me habían citado a las 9.05), con mis zapatos blancos, pollera negra, camista blanca y labial. Soledad me atendió muy amablemente y me enseñó a usar absolutamente todo en la oficina. Hasta me explicó cómo le gusta el café a Gabii (una de Nescafé y tres de azúcar). Luego agarró, y se fue.

Sola me quedé.

Estoy en el 1ro "C", en un discreto edificio de oficinas de Palermo (Just Palermo). Un ambiente pequeño es la recepción y mi reino; aquí estoy sola con mi alma y una PC hurtada en un trabajo hurtado. Abrochadora, teléfono comunicador con demasiados botones, post-its, impresora y mouse. What else do you need?

Un durlock me separa de La Jefa. La Dueña De Todo Esto. Esta mujer extraña (que todos, curiosamente, llaman "Gabii") es muy simpática, y muy, pero muy profesional. Ya me pidió el CV (sí, DESPUÉS), y ya se lo imprimí. Gabii ronda los cincuenta años y es una hermosa mujer. Lleva puesta una remera naranja con flores amarillas, con una cinta negra que le ciñe la cintura, y escote en V. También tiene un pantalón negro, y el pelo recogido en media colita. La verdad es que me cayó bien. Mi "jefa" (todavía no me siento aquí, todavía siento estar imaginando todo) me cayó bien. Eso es peligroso, no?

En el otro cuarto de durlock lo ocupa la persona más extraña de toda la troupe. Le llaman "el Señor Manuel". Es un hombre que, o bien tiene edad para ya estar jubilado, o está muy venido a menos. Tose secamente, tiene el pelo blanco, y una camisa de manga corta celeste. Y también tiene una laptop. Sole no entró en detalles, cuando me presentó en abstracto con todos los miembros de la oficina, sobre cuál es el trabajo del Señor Manuel. Pero algo hace, porque compartimos la oficina, y en reiteradas ocasiones tuve que minimizar el Explorer (sin pestañas... agh!!!) cuando él venía a buscar algo a "mi" escritorio. Me pregunto por qué alguien como Gabii (recuerden que estamos en una consultora de RRHH) contrataría a alguien como el Señor Manuel. Familia no puede ser. Sino, no lo trataría de usted.

El resto del team lo componen Damián y Cecilia. Damián tendrá 33, es pelado y tiene toda la pinta de un young bussiness guy who knows how to do his work, and earns his own money. Cecilia, no lo sé. Trabaja en el 4to piso con Sole, y no la vi en todo el día.

¿Y yo?... Yo... bueno, yo atiendo el teléfono. Transfiero las llamadas. Chequeo mails en el OutLoook. Le abro la puerta a la gente. Y... preparo nescafé.


Y el resto del tiempo, hago lo que todos los oficinistas hacen.
Webeo en Internet.

lunes, 28 de enero de 2008

Otro más!?

Hace media hora me sonó el celular. Un número desconocido, con prefijo de Palermo, insistía desde la pantallita. La curiosidad siempre me gana cuando un desconocido me llama al celular.

Resulta que Soledad me ofreció ir a trabajar mañana a su consultora de RRHH. Precisa una recepcionista para mañana y pasado (como mínimo), dado que a la suya la internaron y ella no sabe por qué (?).

Así que mañana a las 9am tengo que estar en Palermo para atender el teléfono y transferir llamadas. 10pé la hora, de 9.00 a 18.00hs, con una hora de almuerzo (paga). Ese trabajo que pensé que nunca tendría, llamó sin que nadie lo previera, golpeó a mi puerta sin invitación. Y yo lo dejé pasar. Al fin y al cabo, siguen siendo 10pé por hora...

No dudo en que haré el trabajo de mil maravillas. No puede ser demasiado complicado. Sólo tengo dos pesos sobre mis hombros.

Uno es si tendré computadora (con Internet, Dios!). De no ser así, tengo que irme proveyendo de algún libro interesante, que no sea el que estoy leyendo (La voluntad, de Martín Caparrós y Eduardo Anguita, tomo 1... no es muy recomendable para el primer día de trabajo).

Y el otro, el más importante... qué carajo me voy a poner?!

sábado, 19 de enero de 2008

Toda la sal del mar

Ayer escribí esto en sueños:


De repente, volvió a pasarle. Eso que le pasa todo el tiempo, de dividirse en dos: una es la que vive y la otra, la que analiza, toma notas, saca conclusiones y elige criterios. Una que siente y hace, y la otra que observa y escribe.

La que observaba lo notó, por lo que ella entera lo supo. Era como si de repente todo el peso de su recuerdo le hubiera caído sobre la memoria. Todo lo que no lo había pensado llenó de agua de mar el colectivo y ella estaba sumergida, respirando sal.

Era como si tuviera tatuado su nombre en el interior de sus párpados, y ni siquiera cerrando los ojos pudiera dejar de leerlo. Como si toda la sal del mar se hubiera condensado en una sola gota de realidad. Ésta le pareció dura, impenetrable e indiferente. Mientras veía pasar las calles a través de la ventana del colectivo, siguió recordando, como si se clavara el corazón con alfileres.

La observadora estaba indignada. Algunas viejas escenas sí eran entrañables. Pero no la mayoría. La mayoría eran humillantes y dolorosas. La observadora sintió bronca e impotencia, por no poder separarse de sí misma. Porque ella también reconocía ese amor roto, tan alimentado por fantasías. Sabía que las fantasías eran su culpa, no de la otra. Pero ambas eran una y esa una estaba enamorada por su culpa.

Ese amor de dagas y orgasmos, y de péndulo y deseo. Ese amor que ninguna quería sentir, un amor avergonzante y solitario. Pensó en todas las mujeres que ella despreciaba por sus noviazgos enfermos, y se sonrojó. Ella no era mejor. Era igual. Esa noche había tropezado con la piedra de su memoria y le había dolido la piel cada vez que se mencionaba su nombre. Y ahora el colectivo agarraba Luis María Campos y ella seguí inundada.

Ella sabía que había perseguido al amor todo el año. Y que Deseo le había retrucado. No se jode con este Eterno, así como no se jode con ninguno. Vaya a saberse por qué. Pero Deseo le había condenado a enamorarse de él, por molesta. Por impaciente. Por ansiosa.

¿Cómo es posible desenamorarse?, pensó la obervadora. Tiene que haber una forma. Y buscó en las páginas más viejas de su libretita. Encontró dos corazones rotos años atrás, y desesperó. No tenía la respuesta.

Finalmente se bajó del colectivo.
Era como si toda la sal del mar se hubiera condensado en sus ojos.

domingo, 6 de enero de 2008

Vacaciones Uno

Pues sí! Finalmente en Piriápolis. Hace una semana estoy aquí, y no sé si siento que hace dos meses o tres días. No me termino de acostumbrar a nada últimamente.

Tengo un amigo muy querido que siempre me dice que el día en el que me escuche cantar una canción alegre no lo va a poder creer. Yo nunca había pensado que me especializo en temas tristes, pero puede ser. Me gusta cantar canciones solitarias, lo cual no significa que todo mi canto así lo sea. De la misma forma, hoy tengo ganas de postear, y hoy es una noche de plomo. Pero eso no significa que esté pasando unas vacaciones de plomo.

Estoy entre entusiasmada y deprimida. Sí, sé que es difícil eso. Pero es así. Como si tuviera una cuerda tensada adentro mío, y no me decido si a desatarla o a correr sobre ella. En este preciso momento, me siento más bien sola. Un tanto incómoda. Indecisa. No sé qué tengo ganas de hacer ahora. Creo que lo único que quiero ahora es quedarme delante de la computadora. Es triste, lo sé.

Pero a veces Internet se siente como en casa.